domingo, 22 de marzo de 2015

BREAKFAST AT LOEWE’S

El miércoles era un día lluvioso en Madrid y nos disponíamos a salir de excursión para poner en práctica una técnica de marketing denominada ‘El cliente misterioso’.

El objetivo del ejercicio consistía en analizar una tienda de Gran Vía, tanto su imagen como el comportamiento de sus empleados, a través de un producto: una camisa negra básica.

Mi objetivo: La tienda de Loewe.

Foto de graffica.info

Foto de graffica.info


A las doce y media de la mañana, acompañada por mi compañero Hans, me encontraba situada en el primer edificio que se construyó en Gran Vía en el año 1915 y donde Loewe abrió las puertas de su boutique en 1939. 

Nos detenemos ante sus ventanales y observo con curiosidad uno de sus escaparates donde se exhiben varios de los bolsos de la firma. Es amplio, luminoso y permite ver su interior, donde hay más bolsos expuestos.


Escaparate Loewe de Gran Vía


Traspasamos la pesada puerta del edificio y nos adentramos en la tienda donde dos dependientas, perfectamente uniformadas con un traje negro, nos dirigen sus miradas detrás de la zona de pago situada a la derecha del establecimiento.

La planta a pie de calle, dominada por una imponente escalera de caracol, es amplia, los artículos están ordenados en los estantes y a excepción de la moqueta, que no ayuda en imagen en días lluviosos como los de este, todo se ve limpio.

Inmediatamente una de ella nos saluda y pregunta qué deseamos y en qué nos puede ayudar. En seguida le expongo mi caso, estoy buscando una camisa negra, de fondo de armario, para regalarle a mi padre.

Me informa muy amable que ellos no disponen de camisas negras y que es posible que en cualquier otra de sus tiendas es probable que la encuentre. Intento mostrarme contrariada para que mi visita no sea tan fugaz y ella, notando que no deseábamos abandonar la tienda aún, se ofrece a enseñarnos otras alternativas. Aceptamos.

Nos indica con una sonrisa que la acompañemos a la planta de arriba y comenzamos a ascender por la escalera de caracol hasta llegar a una estancia más pequeña pero a mi modo de ver más acogedora. Esa planta es el concepto que yo tengo de boutique. Pocas prendas y el trato que hasta ahora era amable comienza a volverse personalizado.

Miramos dos o tres camisas más, durante las que la dependienta intenta conocer algunos de los gustos de mi padre en referencia a su manera de vestir. Una vez he visto lo ofrecido le comento que nada me convence y me ofrece la posibilidad de llamar a las otras dos tiendas Loewe en Madrid e informarse si pudieran tener el producto allí.

Comentamos entre Hans y yo que nos vamos a acercar personalmente, una vez se calme un poco la lluvia, y ella nos indica alguna alternativa para tomar algo por la zona y donde están ubicadas las otras dos tiendas.

Le damos las gracias por su ayuda, atentamente nos abre la puerta y salimos de nuevo a Gran Vía en busca del resto de nuestros compañeros para intercambiar opiniones, contarles mi favorable conclusión sobre la tienda y el trato de sus empleados mientras nos tomamos algo en una sidrería de Hortaleza.

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