domingo, 15 de marzo de 2015

Madagascar, destino pendiente...

Tras días de búsqueda infructuosa, he decidido de todos modos recrear aquel documental que un día vi sobre la vida en Madagascar. A pesar de la multitud de bellas e impactantes películas que puedo haber visto, aquel documental de La 2 se me quedó grabado en la memoria con el utópico pensamiento... "Tal vez mi verdadero lugar está en Madagascar". Sin duda es un lugar que conoceré tarde o temprano.

Además de ser una isla donde existen flora y fauna autóctonas únicas en el planeta, lo que me llegó al alma es la filosofía de de vida de sus gentes.

En primer lugar, la capacidad de reutilización de materiales. Allí todo parece tener vida eterna, cobra total sentido la famosa frase "nada se crea ni se destruye, todo se transforma". Y así es, las ruedas de caucho se convierten en zapatos, las bolsas de plástico viran hermosas alfombras o útiles y resistentes capazos, el metal se funde y refunde siguiendo técnicas ancestrales... Incluso las míticas locomotoras híbridas "Micheline" continúan a día de hoy funcionando desde 1930, único lugar en el mundo donde aún se conservan en uso.
Los malgaches tienen como principio básico la conservación y reparación, en primer lugar y la reutilización de diferentes modos hasta alargar al máximo la utilidad de cualquier material. Valoran la materia de un modo inteligente, si algo puede seguir siendo útil, por qué desecharlo?


                              



Otro pasaje que me quedó marcado fue en un poblado de la costa este, la zona más húmeda, donde son frecuentes las tormentas tropicales y los ciclones. En este poblado en cuestión, las casas tienen una firme estructura de madera y son cubiertas simplemente por entramados de grandes hojas. Cada vez que hay una tormenta, el viento se lleva las coberturas y solo queda en pie la estructura de las casas, una vez pasada la tormenta, vuelven a construir ese entramado, así una y otra vez...
Sus gentes conviven con la climatología, son conscientes de la fuerza de la naturaleza y no luchan contra ella, han aprendido generación tras generación a adaptarse. Los tejados y paredes de sus casas son efímeros, pero precisamente esa es su garantía de supervivencia.


                             


Un país acechado por la deforestación y el expolio sufrido en la época colonial, con una herencia política desastrosa propia de numerosas antiguas colonias a lo largo y ancho del planeta, alberga a un pueblo que se ha mantenido fiel a la sabiduría ancestral, que mantiene intacto el sentido común y el afán de una supervivencia digna y coherente.

En esta sociedad del consumo desechable y del apego a las posesiones materiales, sería una muestra de inteligencia prestar atención y tomar ejemplo del pueblo malgache.

Buscando aquél documental, encontré información sobre otro que aún no está disponible en la red ya que se estrenará el próximo 8 de abril. Una pena no poder compartirlo por el momento, pues por lo visto trata justamente acerca de la filosofía malgache sobre la reparación y la reutilización. Al menos el trailer de presentación nos puede ilustrar brevemente...





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